“Porque de la abundancia del corazón habla la boca…” Lucas 6:43-45

“No es buen árbol el que da malos frutos, ni árbol malo el que da buen fruto. Porque cada árbol se conoce por su fruto; pues no se cosechan higos de los espinos, ni de las zarzas se vendimian uvas. El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca” Lucas 6:43-45.
Una persona mala que ignora a Dios revela su propia naturaleza mala y una persona buena que sigue a Dios revela su propia bondad. Nuestro Señor Jesucristo uso la analogía de un árbol frutal para ilustrar lo que quiso decir.
Jesús estaba hablando en amplios términos generales, no de algo específico. Miró la vida como un todo y dijo que el carácter básico de una persona se revela en lo mismo, partiendo de las bases. Me acuerdo en mi infancia, después de la escuela íbamos por una casa que tenía árboles frutales como la mora, las manzanas y uvas. El árbol de las manzanas cada año en su tiempo siempre tenía las manzanas podridas y ya lo conocíamos y no nos llamaba la atención, pero el árbol de las moras eran riquísimas y hasta nos llevábamos para la casa, lo mismo pasaba con la uva.
La Palabra de Dios dice en Mateo 7:19,”Todo árbol que NO da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que por sus frutos los conoceréis”. Jesús nos ponía este ejemplo para que podamos ver nuestra vida personal en todas las dimensiones. ¿Cómo está nuestra relación con Dios? ¿Somos como el árbol de las manzanas? ¿O somos como el árbol de las moras? Tenemos que dar buenos frutos y esos buenos frutos vienen a través del Espíritu Santo: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza que es control de si mismo.
El hombre bueno tiene en su corazón, cosas buenas y de eso habla su boca. Sale a relucir la bondad, su amor por el prójimo, da buen testimonio, que solamente lo puede dar el Espíritu Santo y fluye en la vida de un creyente. Como tal, es algo que recibimos por la fe; es un don dado cuando aceptamos a Cristo como nuestro Salvador. Al mismo tiempo, al vivir en obediencia a los mandamientos de Dios, el fruto crece y se desarrolla en nuestra vida con amor, gozo y paz.
Nuestra exhortación para ser como el árbol que da buen fruto: Se imagina una pera, jugosa, dulce y riquísima que se saborea en nuestro paladar, así debemos ser nosotros con nuestra manera de vivir, dar esos buenos frutos.
De lo contrario, como dice la palabra de Dios, si somos malos, malos frutos vamos a dar llenos de amargura a continuación lo que afirma la escritura en (Gálatas 5:19-21).
“Y manifiestas son las obras de la carne, que son; adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgias, y cosas semejantes a estas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredaran el reino de Dios”.
En Proverbios 15:13 dice, “El corazón alegre, hermosea el rostro”. Un corazón que no teme siempre está contento, esperando y confiando en el Señor. Por ejemplo, una de las muestras del rostro alegre es cuando termina un servicio o el culto a Dios y nuestro rostro cambia y se nota la alegría en el rostro. Y eso es porque nuestro corazón está alegre y porque la palabra de Dios ha entrado hasta lo más profundo de nuestro ser y eso hace que nuestro rostro se transforme en alegría y especialmente en gozo que es una manifestación, fruto del Espíritu Santo.
Por: Enrique Jiménez Díaz

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