Escribe: Enrique Jiménez

¿Es el trabajo dedicado la fórmula para el éxito?

Ve a la hormiga. Oh perezoso.

Mira su camino y se sabio;

La cual no teniendo capitán.

Ni gobernador, ni Señor

Prepara en el verano su comida.

Y recoge en el tiempo de la siega su mantenimiento.

Perezoso, ¿Hasta cuando has de dormir?

¿Cuándo te levantaras de tu sueño?

Un poco de sueño, un poco de dormitar

Y cruzar por un poco las manos para reposo;

Así vendrá tu necesidad como caminante.

Y  tu pobreza como hombre armado.

No hay ninguna fórmula ni corte camino para el éxito. Pero la disciplina personal ciertamente es una propiedad de carácter de todas las personas exitosas. 

Aquí se presenta a la hormiga como un ejemplo de disciplina no supervisada ni obligatoria. Sin ninguna presión de afuera, esta pequeña criatura almacena y reúne provisiones para poder alimentarse en días futuros cuando escasee el alimento.

El escritor sugiere que hay sabiduría en el trabajo dedicado motivado por un espíritu de previsión y diligencia. Al evitar la dilación, es decir, dejar las cosas para más tarde, y al hacer lo que debemos cuando debemos hacerlo, descubriremos bastante libertad del temor del futuro. No preocuparemos mucho menos sobre la escasez y las necesidades.

No obstante, el haragán, es perezoso, de vista corta y destinada a la pobreza y la necesidad. Tal persona evita tomar responsabilidad del futuro, rehúye el trabajo dedicado y hasta le falta la motivación para levantarse de la cama. 

En vez de mostrar iniciativa y esfuerzo, para el haragán es una gran tarea llevar la comida del plato a la boca (19:24) “El perezoso mete su mano en el plato, Y ni aun a su boca la llevara”.

El principio para el éxito esta resumido en 14:23: En toda labor hay fruto; mas las vanas palabras de los labios empobrecen.

Aunque el enfoque de estos versículos es que obre el aspecto humano del éxito, otros versos de Proverbios subrayan la importancia de una entrega al Señor. Seguir a Dios es la cualidad principal de la persona exitosa en los ojos de Dios. 

(Véase: 16:3, como ejemplo) 

“Encomienda a Dios tus obras. Y tus pensamientos serán afirmados”…